Introducción
El impacto de la crisis sobre la economía española ha sido muy agudo. El proceso de
crecimiento que la antecedió quedó sustentado en el deterioro de las condiciones de
empleo y en la implementación de un ajuste salarial de carácter integral, sobre la
base de un patrón de acumulación de bajo perfil técnico. A partir del estallido de
la crisis se ha profundizado en la misma estrategia, situando los niveles de desigualdad
en cotas muy elevadas.
El método de análisis marxista revela las tensiones que subyacen bajo esta dinámica.
Su aplicación posibilita la detección de los mecanismos desencadenantes de la crisis,
vinculados al funcionamiento ordinario del capitalismo. Frente a otras interpretaciones
que consideran que la crisis obedece a una mala gestión de la acumulación, el análisis
marxista pone el énfasis en la creciente presión a la que queda sometida la tasa de
ganancia.
El artículo defiende la tesis de que únicamente desde esta perspectiva es posible
comprender el significado de la beligerante reacción emprendida en el caso español
tras el estallido de la crisis: el aumento de la desigualdad no es más que el resultado
de la necesidad por parte del capital de contrarrestar las crecientes tensiones que
se ciernen sobre la dinámica de acumulación. La explotación, entendida como el proceso
mediante el que una clase social, la capitalista, se apropia de una fracción del valor
generado por otra, la asalariada, se erige como el núcleo de las relaciones sociales
en aquellas sociedades en las que el modo de producción capitalista ejerce un papel
dominante.
Mediante la profundización en la estrategia de ajuste salarial se ha pretendido mejorar
las condiciones de rentabilidad, aliviando así la presión creciente que acecha a la
tasa de ganancia. Todo ello a costa de intensificar las condiciones de explotación
de los asalariados, lo que ha generado, como principal resultado, una dinámica de
profunda regresión salarial.
Tras la introducción se ofrece una discusión acerca de las causas que originaron la
crisis. A partir de ahí, se analiza la manera particular mediante la que se ha pretendido
incrementar la tasa de plusvalor para abordar la creciente presión sobre la rentabilidad.
A continuación, se valora el impacto de estas medidas sobre los salarios. Por último,
el artículo se cierra con las principales conclusiones que se derivan del análisis:
bajo el repunte de la desigualdad subyace la necesidad objetiva por parte del capital
de explotar crecientemente a los asalariados.
I. Crecientes dificultades de valorización y estallido de la crisis
Distintos grados de profundidad en las interpretaciones sobre el origen de la crisis
¿Qué diferencia la teoría marxista de las crisis de otros planteamientos
heterodoxos? Solo a través de una caracterización rigurosa de la
crisis es posible comprender el significado de la fase por la que atraviesa la
economía mundial en la actualidad. De ahí que sea necesario abordar el debate
acerca de las causas que la provocaron para comprender cabalmente su
manifestación en la economía española, así como su impacto sobre los salarios.
El método marxista ofrece los instrumentos necesarios para comprender las
principales contradicciones de la acumulación capitalista que explican el
estallido de la crisis, hace ya más de una década y el desencadenamiento de la
Gran Recesión. La teoría laboral del valor (TLV) se erige como su eje
vertebrador, del que emanan las principales categorías analíticas para
comprender la dinámica de acumulación capitalista y, por supuesto, también la
teoría sobre las crisis capitalistas que de ella se derivan (Arrizabalo, 2014).
En primer lugar, cabe destacar que el análisis marxista no se limita a describir los
fenómenos socioeconómicos. Al basarse en el método dialéctico trasciende la manifestación
superficial de la realidad social, que no es evidente, y revela el contenido esencial
de las relaciones sociales que la subyacen (Gill, 2002). Esta es una de principales singularidades de la explicación de la crisis basada
en la TLV frente a otros enfoques: el grado de profundidad con el que se aborda el
análisis es mucho más ambicioso, pretendiendo revelar las causas últimas que explican
la interrupción del proceso de acumulación.
Hay explicaciones muy detalladas sobre el desencadenamiento de la crisis y sus mecanismos
de propagación que se circunscriben a un plano superficial. Advierten de las vulnerabilidades
derivadas del proceso de desregulación financiera al que quedó sometida la economía
mundial durante las últimas décadas, que propició un crecimiento masivo del endeudamiento.
Las entidades financieras concedieron préstamos a agentes que presentaban dudosa capacidad
de devolución y la opacidad de los productos financieros utilizados, cada vez más
complejos, no sirvió para neutralizar el riesgo de impago derivado de estas operaciones
sino simplemente para dispersarlo. Pero no profundizan mucho más en el nivel de explicación,
proponiendo que a través de una regulación más estricta en el sector financiero es
posible armonizar el funcionamiento del proceso de acumulación.
Un segundo bloque de teorías interpretativas intenta ir más allá, buscando los factores
explicativos del intenso proceso de endeudamiento. Plantean que el impacto de las
políticas neoliberales sobre la distribución del ingreso generó una contención de
las rentas salariales que indujo al endeudamiento familiar. Desde esta perspectiva
se considera que en el marco de la dinámica de acumulación capitalista, que requiere
un estímulo creciente del consumo, la situación se resolvió mediante una expansión
inédita del crédito, alternativa que lleva implícita una elevada carga de inestabilidad
y que, a la postre, acabó desencadenando la crisis financiera. Al igual que el enfoque
anterior, se considera que las crisis capitalistas son episodios contingentes que
pueden ser revertidos gestionando convenientemente la acumulación. En este caso, a
través de una subida salarial generalizada que resuelva los problemas de subconsumo.1
La crisis, un fenómeno necesario: rentabilidad, acumulación y mecanización
Por su parte, el método marxista indaga en las causas últimas que generan la interrupción
del proceso de acumulación, basando su explicación en las propias contradicciones
inherentes a la dinámica de acumulación capitalista.2 La propuesta basada en la TLV difiere de los enfoques mencionados más arriba al considerar
que las crisis aparecen inexorablemente al ser el resultado de la dinámica ordinaria
de funcionamiento de la acumulación de capital. La propia lógica de funcionamiento
del capitalismo genera crecientes dificultades de valorización del capital que, antes
o después, acaban manifestándose en la forma de crisis.
El enfoque basado en la TLV sitúa a la rentabilidad como el principal factor determinante
de la inversión y considera que el resultado ordinario de la acumulación capitalista
genera una tensión estructural cada vez más aguda sobre las condiciones de ganancia,
explicando así las crecientes dificultades de valorización a las que se enfrenta el
capital. Esta es la conocida como ley de tendencia decreciente de la tasa de ganancia
(LTDTG) que Marx (1894) expone en el capítulo XIII de El capital.
¿Dónde radica el origen de la presión creciente sobre la rentabilidad? A través de
la competencia, la ley del valor impone la necesidad de mecanización creciente a cada
uno de los capitales individuales que conjuntamente conforman el capital global. En
primer lugar, la propia competencia interclases, entre capital y trabajo, explica
el incesante proceso de mecanización al que queda sometido el aparato productivo.
El capital está interesado en la incorporación al proceso productivo de medios de
producción en sustitución de trabajo vivo porque favorece la subsunción real de los
trabajadores.
Por otra parte, en el marco de relaciones de competencia que mantienen los diferentes
capitales individuales entre sí, la estrategia más adecuada para conseguir reducir
los costos unitarios de producción pasa por alcanzar cierto avance técnico mediante
la mecanización. Las unidades fragmentarias de capital encargadas de la producción
mantienen estrechas relaciones de interdependencia, pero lejos de presentar cierta
capacidad sistemática de cooperación entre sí, predominan las relaciones de rivalidad
entre ellas.
En este contexto competitivo, cada capital individual busca desplazar a los demás
disminuyendo sus costos de producción para poder ofrecer su producto particular en
mejores condiciones de rentabilidad que el promedio e incrementar así su participación
en el beneficio. De este modo, mientras que los distintos capitales individuales se
enfrentan a un precio único en el mercado, cada uno de ellos presenta costos unitarios
de producción diferentes, lo que explica las diferentes rentabilidades que alcanzan.
La estrategia más sólida para reducir los costos unitarios de producción se sustenta
en la aplicación de mejoras técnicas al proceso productivo que permitan lograr los
avances de productividad que abaratan los costos de producción, lo que se consigue
mediante su mecanización.
Por lo tanto, el cambio técnico modifica la estructura de costos de la empresa: según
las categorías marxistas, la composición de capital es mayor al aumentar la fracción
constante del capital en detrimento de la variable. La competencia provoca que la
composición del capital tienda a crecer de manera incesante, de tal modo que la parte
del capital global desembolsado en la forma de capital vivo es, en términos relativos,
más reducida y, así, tiene una capacidad cada vez más limitada de generar plusvalor
en proporción a su nivel.
El continuo avance técnico derivado del proceso de acumulación, materializado en la
mecanización del aparato productivo, presenta un carácter contradictorio ya que, a
pesar de quedar motivado en la búsqueda de mayor rentabilidad provoca la eliminación
de la fuente de ganancia, el trabajo vivo. A pesar de las nefastas consecuencias que
genera sobre el sistema, cada capital tiende a mecanizarse al máximo, siempre en función
de sus posibilidades. Fundamentalmente, con el objetivo de garantizar el dominio sobre
los trabajadores, así como con el de reforzar su cuota de mercado. Aunque mediante
el progreso técnico la capacidad del capital, considerado globalmente, de generación
de valor nuevo se ve mermada el capital innovador refuerza su posición en el proceso
de apropiación de este valor. Si un capital individual adopta un determinado cambio
técnico, alcanzando un mayor grado de mecanización, podrá acaparar una fracción creciente
del plusvalor generado globalmente por el capital, lo que justifica su decisión, a
pesar de que, de este modo, deteriore la capacidad de generar valor nuevo del capital
considerado en su conjunto.
Como, a nivel social, la masa total de plusvalor (pv) coincide con la de ganancia,
la tasa de ganancia (g) puede definirse según muestra la expresión (1):
Donde K representa el capital total invertido, c y v, sus elementos constitutivos,
capital constante y variable, respectivamente, p’ la tasa de pluvalor y COC la composición
del capital. La composición del capital, entendida como la relación entre el capital
constante y el variable, es un indicador del grado de mecanización. Como consecuencia
de la incesante mecanización que caracteriza a la acumulación capitalista, el capital
tiene menos capacidad de crear valor nuevo al reducirse el peso relativo de su parte
variable: se sustituye el trabajo vivo, que es el creador del plusvalor, por capital
constante. Según la expresión (1), la tendencia al incremento de la mecanización,
que se refleja en un aumento de la composición del capital (COC), presiona a la baja
las condiciones de rentabilidad. El dinamismo técnico que caracteriza al proceso de
acumulación capitalista acaba socavando su fuerza impulsora, la rentabilidad.
Según se ha mencionado, esta presión a la baja sobre las condiciones de rentabilidad
tiene un carácter tendencial por lo que puede ser revertida, parcial o totalmente,
como consecuencia de la mediación de diferentes elementos. Tras exponer la LTDTG,
Marx (1894) dedica un capítulo íntegro al análisis de los factores que la pueden contrarrestar.
La principal alternativa con la que cuenta el capital, al poder sostenerla en el tiempo
con más facilidad, es el incremento de la tasa de plusvalor (p’), que hace referencia
a las condiciones de distribución del ingreso nuevo generado en el proceso productivo.
Como se puede comprobar en la expresión (1), la relación entre este indicador de la
distribución del ingreso y la rentabilidad es directa, de ahí que se utilice para
paliar los efectos de la creciente mecanización sobre la ganancia. De esta manera,
no es necesario que la tendencia estructural se manifieste en todo momento, sino que
puede ser contrarrestada evitando así su materialización.
Asimismo, el incremento de la tasa de plusvalor se acaba concretando en un descenso
del salario relativo, tendencia sobre la que se sustenta la depauperación relativa
de los asalariados (Marx, 1867). A través de ella se puede entender la dinámica salarial regresiva que promueve
la acumulación capitalista como el resultado de la incapacidad por parte del capital
de generar plusvalor.
La singularidad de la crisis en España
Este es el esquema general que permite comprender las dificultades crecientes de valorización
a las que se enfrenta el capital. A partir de esta base, se puede enriquecer el análisis
incorporando elementos vinculados a la realidad social concreta de la economía española
que permiten comprender cómo se materializa el estallido de la crisis mundial en este
caso. Durante el periodo de crecimiento previo a la crisis, la acumulación en España
mantuvo un carácter más dinámico que en el resto de las economías de la OCDE. No obstante,
empezó a mostrar síntomas de agotamiento antes de que la inversión se cortocircuitase
en el año 2008: desde 2002 al 2007 la tasa de ganancia cayó en un 4,8%.3 En la Tabla 1 se puede constatar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia: para este mismo
periodo, la ratio que relaciona el resultado económico neto de las sociedades no financieras
con el total de su activo cayó en un 15,7%. Evidentemente, a partir de ese año, el
deterioro de la rentabilidad se agudizó.
Tabla 1
Tasa de rentabilidad
|
2002
|
2007
|
2016
|
Resultado económico neto / Total activo
|
4,52
|
3,81
|
2,39
|
Resultado antes de impuestos / Fondos propios
|
13,75
|
12,64
|
6,89
|
Precisamente, es a partir del año 2002 cuando se germinan las burbujas especulativas,
de especial intensidad en el mercado inmobiliario. Este fenómeno no representa en
sí mismo la causa de la crisis sino que debe ser entendido como una manifestación
más de las crecientes dificultades de generación de plusvalía que se traducen en caídas
tendenciales de la tasa de ganancia. Es el reflejo de la ingente masa de capital que
huye del ámbito productivo al no encontrar inversiones rentables en esta dimensión
y se ve favorecido por elementos como la liberalización de la ley del suelo y los
bajos tipos de interés. La imposibilidad de lograr ritmos adecuados de rentabilidad
en el ámbito productivo obliga al capital a optar por otras vías de obtención de ganancia,
generando así una expansión de la actividad especulativa. Así, la parte ficticia de
la ganancia, basada en un proceso de valorización sin sustrato real y que, por lo
tanto, tiene un carácter virtual, cada vez tiene un mayor peso: el estallido de la
burbuja no hace sino desvelar la insuficiente capacidad del capital de generar suficiente
plusvalor.
Todo ello propicia una expansión del crédito que implícitamente conlleva una enorme
inestabilidad e hipertrofia el capital financiero. El endeudamiento tuvo un carácter
fundamentalmente privado ya que el sector público estaba encorsetado por las obligaciones
derivadas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC). Y no solo se endeudaron las
familias, para mantener su consumo ante la contención salarial, sino también las empresas,
que de este modo consiguieron atenuar la menor capacidad de generar beneficios.
Pero el crédito no resuelve las contradicciones inherentes al capital, sino que únicamente
posterga su manifestación para que acaben materializándose de manera más virulenta.
Por todo ello, se considera que la crisis financiera en ningún momento tiene una dinámica
propia desconectada de la acumulación en el ámbito productivo, sino que queda estrechamente
vinculada a ella.
Según se ha indicado, la principal estrategia de las que dispone el capital para contrarrestar
las tensiones sobre la rentabilidad, es la de favorecer una distribución del ingreso
nuevo favorable a sus intereses, lo que supone un incremento de la tasa de plusvalía.
Aunque existen otras vías para intentar neutralizar los efectos perniciosos que genera
la mecanización sobre la rentabilidad, el incremento de la tasa de plusvalor se erige
como la principal estrategia para el capital al poder ser utilizada de manera sostenida
en el tiempo. La capacidad de crear valor nuevo del capital en su conjunto se ve resentida
por la mecanización, de ahí que se requiera una distribución del valor nuevo generado
más favorable a los intereses del capital para mantener las condiciones de rentabilidad.
La destrucción de capital, mediante diferentes vías, es otra de las alternativas que
permiten restaurar las condiciones de ganancia.
Para incrementar la tasa de plusvalía, el capital dispone de dos métodos: el absoluto
y el relativo. La vía relativa posibilita el incremento de los salarios reales, siempre
que este avance no agote los progresos en productividad. La absoluta implica un retroceso
en los salarios reales. En el caso español, como consecuencia del bajo perfil técnico
de su estructura productiva y del duro azote de la crisis, se han conjugado ambas.
La estructura económica española ha quedado asentada sobre ramas productivas poco
permeables al cambio técnico como la construcción, la hostelería, el turismo y la
industria de contenido técnico medio y bajo. La participación de España en la UE,
lejos de corregir los sesgos de especialización, los ha agudizado. De ahí que los
logros en términos de productividad hayan sido enjutos, suponiendo una limitación
objetiva para el avance de los salarios bajo la lógica de funcionamiento de la economía
capitalista. Esto ha exigido que junto a los mecanismos relativos de incremento del
plusvalor se activaran también los absolutos, que han implicado una fuerte regresión
salarial.
Por lo tanto, el ajuste de salarios que propició el crecimiento del endeudamiento
familiar responde a las necesidades objetivas del capital. No es una cuestión que
pueda resolverse exclusivamente en el plano distributivo, sino que responde a las
crecientes dificultades de generación de plusvalor por parte del capital.
II. La reacción frente a la crisis: ¿cómo abordar las crecientes dificultades de valorización?
Desde la perspectiva mantenida, la beligerante reacción del capital puede entenderse
como una profundización en la estrategia de incremento de plusvalor, desplegada desde
décadas anteriores, con el objetivo de aliviar la convulsión a la que quedó sometida
la rentabilidad. En el caso español, durante la fase de crecimiento previa a la crisis
se asentaron las bases de este proceso, aunque no puede afirmarse que el capital se
haya limitado a darle continuidad: la respuesta ha sido mucho más incisiva, situándose
así en un plano cualitativamente distinto. La degradación de las condiciones de trabajo
y la contención salarial, que presentan un elevado grado de interdependencia, han
representado los ejes en torno a los que se ha erigido la reacción.
El papel de la UE en la gestión de la crisis
Desde la adhesión de España a la UE y, especialmente, desde la incorporación al proceso
de integración monetaria, el marco de política económica solo puede ser entendido
desde una perspectiva supranacional. Así, si bien es verdad que desde su puesta en
marcha el euro se había erigido como un instrumento de disciplina salarial (Del Rosal y Murillo, 2014), el estallido de la crisis deja al descubierto su verdadero rostro.
La respuesta comunitaria se ha materializado en dos acuerdos que han promovido la
contención salarial. Por un lado, el eje central del Pacto del Euro, firmado en 2011,
lo conforma la estrategia de contención de los salarios, sustentada sobre la propuesta
de reducir los costos laborales unitarios. Mediante este acuerdo se pretende reforzar
el grado de coordinación en instrumentos de política económica aún descentralizados,
concretamente aquellos relativos a la fijación de los salarios, y subordinarlos a
la mejora competitiva. Para ello, se propone que los eventuales progresos de los salarios
reales no agoten el avance experimentado por la productividad, garantizando así el
mecanismo relativo de extracción del plusvalor, y se promueve la abolición de las
cláusulas de salvaguarda, así como un marco de negociación colectiva más descentralizado.
Por último, también conmina a los Estados miembros a contener el avance de los salarios
de los empleados públicos, en la misma línea establecida para el sector privado.
Por otra parte, el Pacto Fiscal de 2012, integrado en el Tratado de Estabilidad, Coordinación
y Gobernanza, ha supuesto la incrustación de la disciplina fiscal en los tratados
constitucionales. En el caso español, mediante la reforma del artículo 135, se subordina
la actuación de las Administraciones Públicas al principio de estabilidad presupuestaria,
asumiendo el máximo nivel de déficit público definido por la UE, y se concede prioridad
absoluta al pago de la deuda sobre el resto de partidas del gasto público. Además,
mediante el denominado Semestre Europeo se ha fortalecido el PEC, reforzando su carácter
sancionador. A través de esta vía, el Estado español se compromete no solo a definir
unos presupuestos generales acordes a la disciplina fiscal exigida, sino también a
aplicar diversas reformas en aquellas dimensiones que la UE considera más significativas
para la competitividad, entre las que cabe destacar el mercado laboral.
Asimismo, aunque la eurozona no contaba con instrumentos específicos para abordar
las situaciones de crisis, se improvisa la institución de un fondo de rescate, con
la impronta del FMI, en el que la concesión de recursos financieros a los estados
miembros queda condicionada a la aplicación de paquetes de medidas orientadas al ajuste
salarial. El Estado español acude a este instrumento en busca de asistencia financiera
para abordar el proceso de rescate bancario, lo que agudiza su subordinación frente
a los requerimientos de las instituciones comunitarias.
La reacción en España
En el caso español, concretamente, las medidas emprendidas frente a la crisis han
situado en el ojo del huracán el conflicto distributivo. Se ha profundizado en el
ajuste salarial en un intento a la desesperada por revertir el deterioro de la ganancia,
mediante diferentes medidas orientadas al incremento de la tasa de plusvalor. Para
comprender la lógica interna de las medidas desplegadas conviene recordar la concepción
global del salario. Queda integrado no solo por el salario directo, entendido como
la cantidad de renta que recibe el trabajador como contraprestación por transferir
el derecho de uso de su fuerza de trabajo al capitalista, sino también por los componentes
indirecto y diferido.
Por una parte, el salario indirecto se corresponde con los servicios que el Estado
ofrece a la clase asalariada sin exigir un precio a cambio (educación primaria pública)
o a un precio inferior al de mercado (formación universitaria pública). Por otra,
el salario diferido se refiere al derecho que genera el asalariado a recibir una renta
de una cuantía determinada en el futuro ante la aparición de posibles contingencias,
como el desempleo, la vejez o las incapacidades, de carácter temporal o permanente,
para trabajar. Atendiendo a la reacción desplegada en el caso español se puede entender
que representa un ataque de carácter integral a los salarios, que pretende contener
el avance de sus diferentes componentes.
En primer lugar, debe considerarse el escenario en el que se produjo esta reacción.
El azote de las tensiones sobre la rentabilidad supuso una brusca interrupción en
el proceso de acumulación con dramáticas consecuencias sociales y económicas. Durante
el periodo 2008-13 la formación bruta de capital fijo acumuló una caída de más del
35% y la tasa de desempleo ascendió desde el 11,3% hasta el 26,1%.4 La presión descendiente sobre la tasa de ganancia tuvo un especial impacto sobre
el sector financiero, especialmente por la dinámica especulativa desencadenada en
los años previos al estallido de la crisis.
¿Cómo se materializó la reacción desplegada para revertir el deterioro de la rentabilidad
a través del incremento de la tasa de plusvalor? Mediante una estrategia integral
de ajuste salarial que afectó a sus tres principales componentes, a saber, indirecto,
diferido y directo.
En primer lugar, cabe destacar que la reacción estatal se focalizó en un rescate financiero
mediante el que se estatalizó buena parte de la deuda privada, acudiendo de este modo
el Estado al socorro del capital. Fundamentalmente, esto es lo que explica que la
deuda privada haya descendido desde el 201,4% de 2009 hasta el 154,6% de 2015, definida
en ambos casos sobre el PIB, mientras que, durante ese mismo periodo, la deuda pública
sobre el PIB prácticamente se duplicó (desde el 52,8% hasta el 99,4%).5 Como se puede comprobar, la explosión de los niveles de deuda pública no puede entenderse
como la causa explicativa de la crisis, sino como uno de los resultados de la reacción
adoptada frente a ella. Esto supuso un intenso crecimiento del gasto público en intereses,
hasta tal punto que se ha convertido en el rubro que más recursos absorbe del presupuesto
nacional (más allá del gasto en pensiones): más de 35.000 millones de € en el año
2015.6 Al haberse recogido en la propia Constitución Española la prioridad absoluta de la
devolución de la deuda pública, así como de los intereses derivados de ella, el pago
de estos compromisos se ha realizado en detrimento de otros componentes del gasto
público, fundamentalmente en aquellos de carácter social. Los recortes quedan focalizados
en sanidad, enseñanza y dependencia, que representan una parte importante del componente
indirecto de los salarios. Como se puede comprobar, el crecimiento de los niveles
de deuda pública sirve como coartada perfecta para aplicar recortes de enorme relevancia
en el componente indirecto del salario.
Y todo ello en un escenario en el que se alivian las cargas fiscales sobre el capital,
lo que supone la renuncia a una ingente masa de recursos: el carácter regresivo de
la reforma tributaria se sustenta en el incremento significativo del tipo impositivo
general del IVA (del 18% al 21%) y en la reducción del conjunto de productos que disfrutaban
de un tipo reducido, así como en la apertura de un proceso de amnistía fiscal y en
la reducción del tipo impositivo del Impuesto de Sociedades, desde el 30% al 25%.
El componente diferido no quedó al margen del proceso de subyugación salarial. En
pleno proceso de explosión de la tasa de paro, se reduce la cuantía de la prestación
contributiva por desempleo: a partir del sexto mes en situación de desempleo el trabajador
deja de cobrar el equivalente al 60% de la base reguladora de esta prestación para
empezar a recibir un 50%. Es decir, un recorte superior al 15% en la renta percibida
por una de las fracciones más vulnerables de la sociedad.
Mención aparte merece la contrarreforma aplicada sobre las pensiones públicas de jubilación,
que representan el principal componente del salario diferido. Además de congelar las
pensiones en el año 2011, el Gobierno de Zapatero implementa una de las contrarreformas7 más duras a la que se ha sometido al sistema público español de pensiones que se
plasma en las siguientes medidas:
-
Retraso de la edad de retiro desde los 65 a los 67 años. Se mantiene la posibilidad
de jubilarse con la edad anterior, pero para disfrutar de la pensión plena, se amplía
hasta los 38,5 años el número de años cotizados previamente.
-
Ampliación del periodo de cómputo para el cálculo de la base reguladora hasta los
25 años, lo que tiene un impacto regresivo sobre la cuantía de la pensión al incorporar
en el cómputo aquellos años en los que el trabajador, con carácter general, recibe
un salario menor. Los salarios más elevados se concentran en los últimos años de la
vida laboral debido al desarrollo de la carrera profesional del trabajador, la acumulación
de experiencia, el cobro de los complementos de antigüedad.
-
Incremento del periodo de cotización para generar el derecho a recibir la prestación
plena desde los 35 a los 37 años.
El impacto conjunto de estas medidas sobre el componente diferido está siendo severo:
la OCDE estima que su aplicación hará retroceder la tasa de reemplazo desde el 81,2%
hasta el 73,9%.8
Solo hay que esperar dos años más para que el Gobierno del Partido Popular ejerza
una nueva vuelta de tuerca sobre el sistema público de pensiones.9 En este caso, se incrustan dos elementos de claro corte regresivo. Por un lado, introduce
el denominado factor de sostenibilidad para corregir a la baja automáticamente la
cuantía de la prestación a recibir a medida que tienen lugar incrementos en la esperanza
de vida. Por otro, se rompe con el compromiso legal de mantenimiento del poder adquisitivo,
a partir del vínculo de la trayectoria del avance de las pensiones con la del IPC.
Se introduce un índice de revalorización de las pensiones definido según la situación
financiera de la Seguridad Social, al margen de la evolución del nivel general de
precios, que queda establecido entre un mínimo del 0,25% y un máximo del IPC+0,5%.
De esta manera, su acción protectora queda mermada por- que ni siquiera garantiza
el mantenimiento del poder adquisitivo. Además, con el estrecho margen de avance definido
se dificulta la recuperación del poder adquisitivo perdido durante los años en los
que se acumulan tensiones financieras.
Además, se ahondó aún más en el proceso de desregulación del mercado laboral que se
había iniciado décadas atrás, adoptando medidas completamente inéditas. En este caso,
las medidas aplicadas tuvieron tal calado que pulverizaron el marco de negociación
colectiva existente hasta el momento, reduciendo así notablemente el grado de protección
para los trabajadores. En primer lugar, se invierten las relaciones jerárquicas que
mantenían los acuerdos alcanzados en diferentes niveles de negociación, de tal manera
que el convenio de empresa prima sobre el resto. Además, se permite modificar unilateralmente,
por parte de la empresa, las condiciones sustanciales de la relación laboral (salario,
movilidad funcional y geográfica), alegando la necesidad de mejorar la competitividad
de la empresa o su deterioro económico, para lo que basta con acumular una caída de
las ventas durante dos trimestres seguidos. Incluso se facilita la aplicación de las
cláusulas de descuelgue, que permiten a la empresa el incumplimiento de lo pactado
en el convenio, que se pueden activar ante la previsión de pérdidas o la caída del
nivel de ventas durante tres trimestres consecutivos.10 Todas estas medidas favorecieron un escenario de devaluación salarial.
Pero las reformas llegaron más allá, modificando tanto las condiciones de entrada
como de salida. En primer lugar, se promovió el uso, ya masivo, de las formas más
precarias de contratación, permitiendo la realización de horas extraordinarias en
el caso de los contratos a jornada parcial y relajando las restricciones para el uso
de los contratos de formación y aprendizaje. Incluso se introdujo una nueva modalidad
de contratación, el contrato para emprendedores,11 que incluye un periodo de prueba de doce meses. Todas estas formas contractuales
resultaron funcionales para el capital al abaratar el uso de la fuerza de trabajo.
Además, el costo del despido se redujo a través de diferentes medidas. Por un lado,
generalizando el contrato de fomento de la contratación indefinida, que reduce desde
los 45 hasta los 33 días la indemnización en caso de despido improcedente. Por otro
lado, se relajaron los criterios para acogerse a los despidos por causas objetivas,
bastando acumular una caída del nivel de ventas durante tres trimestres consecutivos.
El último de los resortes activados para contener el avance de las rentas salariales
fueron los Acuerdos Interconfederales de Negociación Colectiva (AINC),12 que permitieron completar el marco de regresión salarial implementando una política
selectiva de rentas confinada a los salarios, concretamente a su componente directo.
Aunque también incluyen otros elementos, el principal contenido de estos acuerdos,
ya utilizados también en la fase precedente al estallido de la crisis, es el techo
para el avance de los salarios definidos a nivel estatal. En la tabla 2 se reflejan los límites máximos definidos para el avance de los salarios. Al definirse
con un marcado carácter restrictivo, se constriñó el espacio para la negociación en
ámbitos inferiores y, en ningún caso, se blindó el poder adquisitivo de los salarios.
Tabla 2
Crecimiento máximo de los salarios nominales definido en los AINC
Año
|
Límites
|
2012
|
|
2013
|
|
2014
|
-
0,6% si el PIB crece <1%;
-
1% si el PIB crece entre 1% y 2%;
-
1,5% si el ritmo de crecimiento es superior.
|
2015
|
1%
|
2016
|
1,5%
|
2017
|
Variable, en función del ritmo de crecimiento del PIB en el año 2016 y el cuadro macroeconómico
del Gobierno para el 2017.
|
Por lo tanto, la vía para mejorar la ganancia y, así, reactivar la acumulación ha
sido el incremento de la tasa de plusvalor. Es decir, para abordar los problemas de
rentabilidad se ha promovido una distribución del ingreso más favorable a los intereses
del capital. Todo ello se ha pretendido alcanzar mediante una estrategia que ha quedado
articulada en torno a varios ejes. Mediante la reforma del marco de negociación colectiva
se ha configurado un proceso de fijación salarial más descentralizado que ha debilitado
el poder de negociación de los asalariados. Además, la devaluación salarial se ha
vehiculado a través de la fijación de techos para el avance de los salarios que han
estrechado el espacio para la negociación colectiva. La constricción del componente
directo del salario se ha reforzado promoviendo el uso de diferentes formas precarias
de contratación. Los recortes a los que se ha sometido al gasto público de carácter
social, fundamentalmente en educación y sanidad, han comprimido el componente indirecto
del salario. Por último, el abaratamiento del despido, la reducción de la cuantía
de las prestaciones por des- empleo y, especialmente, las contrarreformas aplicadas
sobre el sistema público de pensiones han deteriorado el componente diferido del salario.
Todos ellos son los elementos constitutivos de la beligerante reacción adoptada por
el capital, que ha de ser entendida globalmente para comprender su verdadero significado:
recuperar las condiciones de rentabilidad a costa de intensificar las condiciones
de explotación de los asalariados.
III. Profundización en el ajuste: impacto salarial
La destrucción social y económica derivada de la crisis es de tal magnitud que en
el año 2017 el ingreso per capita se situaba en el mismo nivel que en el 2007. Aunque
en los dos últimos años ha habido un ligero repunte, para la década 2007-2017 la tasa
media anual acumulativa (TMAA) de la inversión, aproximada a través de Formación Bruta
de Capital Fijo (FBCF), presentó un valor negativo del -2,8%. Y la tasa de desempleo,
aunque se ha reducido respecto a los máximos del periodo, seguía siendo del 17,2%
en el año 2017, más del doble de la de 2007. 13
Además, hay una serie de problemas vinculados al desempleo que se han agudizado durante
este periodo, extremando así la vulnerabilidad de ciertos colectivos. En primer lugar,
el desempleo se ha convertido en un problema crónico para una fracción importante
de los asalariados: si en 2008 el desempleo de larga duración afectaba al 18% de los
desempleados, en el año 2016 prácticamente la mitad de la población desempleada (48,6%)
se encontraba en esta situación. Por otro lado, los asalariados más jóvenes han sufrido
el desempleo con especial intensidad, situándose la tasa de desempleo en el 44,4%
para este colectivo en 2016, frente al 20,9% de media en la eurozona.14
Cabe destacar que no toda la reducción de la tasa de desempleo se debe a la creación
de empleo, ya que fenómenos como la emigración y el regreso de inmigrantes a sus países
de origen, así como el abandono de la población activa por parte de otros colectivos,
también la explican. Además, el empleo generado se ha caracterizado por su elevado
grado de precariedad. Entre otras formas jurídicas es destacable el incremento de
los contratos a jornada parcial como consecuencia del marco más permisivo en su uso
que define la reforma laboral del Gobierno de Rajoy: el peso relativo de este tipo
de contratos se incrementó en más de un 30% entre 2007 y 2017 (desde un 11,7% hasta
un 16% del total). Lo más preocupante es la mayor incidencia del subempleo, que prácticamente
se ha duplicado durante estos años: si en 2007 el 31,4% de los asalariados con contrato
a jornada parcial declaraban haberlo aceptado tras haber buscado infructuosamente
un contrato a jornada completa, en 2017 estos trabajadores representaban el 57,3%
del total de los contratos a jornada parcial.15 La creciente importancia relativa de estos contratos explica que los asalariados
cuya remuneración es igual o inferior al salario mínimo haya ascendido durante este
mismo periodo más de un 43%: desde el 8,8% de 2008 hasta el 12,6% de 2016.16
Asimismo, a pesar del debilitamiento de la protección al empleo, España sigue mostrando
el índice de temporalidad más elevado de la UEM: el 26,8% de los asalariados ocupados
tienen un contrato temporal en 2017, nivel muy alejado a la media de la eurozona (16%).17 Además, los contratos temporales mantienen una duración media cada vez más reducida:
desde los 78 días de promedio en 2008 hasta los 53 de 2014.18
A partir de este panorama se puede entender que el azote de la recesión haya tenido
un especial impacto sobre la desigualdad en el caso español, observándose un notable
incremento desde una perspectiva personal. Como se puede constatar en la Tabla 3, durante el periodo 2008-2016 la proporción entre los ingresos del 20% más rico y
los del 20% más pobre aumentó un 17,8%, un ensanchamiento de las diferencias muy superior
al experimentado por el conjunto de la eurozona, donde únicamente se aprecia un ligero
repunte. Por otra parte, la trayectoria del índice de Gini en los últimos años refleja
también la dilatación de los niveles de desigualdad: mientras que en la eurozona su
valor prácticamente se mantuvo constante, en el caso español ascendió significativamente,
situándose como el segundo país con una mayor cota, solo por detrás de Lituania.
Tabla 3
Distribución personal del ingreso
|
España |
Eurozona |
|
2008
|
2016
|
2008
|
2016
|
Coeficiente 80/20
|
5,6
|
6,6
|
4,9
|
5,2
|
Índice de Gini
|
32,4
|
34,5
|
30,5
|
30,7
|
Este incremento de la desigualdad tiene un profundo carácter de clase: la perspectiva
funcional sobre la distribución del ingreso permite comprender el incremento de las
desigualdades desde una perspectiva personal (Buendía, Molero y Murillo, 2018). El ajuste salarial ha representado la verdadera clave de bóveda de la reacción
emprendida para abordar los problemas de rentabilidad, suponiendo un ataque directo
a los salarios. La pugna distributiva básica entre capital y trabajo permite comprender
la orientación de las medidas desplegadas. Como resultado de todo ello, los salarios
reales han quedado prácticamente estancados: durante el periodo 2009-2017, la tasa
media de crecimiento anual (TMAA) del salario medio por hora de trabajo, una vez descontado
el efecto de los precios, ha sido de 0,24%.19
Además, las ratios disponibles sobre dispersión salarial (tabla 4) no apuntan a que
la mayor desigualdad detectada se corresponda con una estructura salarial más dispersa.
Más bien, muestran lo contrario: las diferencias salariales tendieron a reducirse
durante esta fase. La estructura salarial quedó sometida a una serie de transformaciones
significativas: se tornó más homogénea, pero a la vez, sufrió un desplazamiento a
la baja como resultado de los resortes activados para contener el avance salarial.
Tabla 4
Ratios de dispersión salarial
|
2007 |
2012 |
Ratio deciles 9/1
|
3,47
|
3,08
|
Ratio deciles 9/5
|
2,06
|
1,88
|
Ratio deciles 5/1
|
1,68
|
1,64
|
En el gráfico 1 se refleja la estructura de la masa salarial, definida por tramos en relación al
Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Según se puede observar, durante la fase recesiva,
los dos tramos salariales más reducidos (aquellos trabajadores con salarios inferiores
al SMI) ganaron importancia relativa respecto al total, en detrimento del resto de
tramos. Tal es así que el grupo de trabajadores cuyo salario representaba un máximo
de 1,5 veces el SMI representaban prácticamente la mitad (47%) de los asalariados
en el año 2015 (frente al 40% de 2007).
Gráfico 1
Estructura salarial

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la Agencia Estatal de Administración
Tributaria.
No obstante, para poner de manifiesto el conflicto esencial entre salarios y beneficios,
es más adecuado efectuar un análisis relativo de la distribución del ingreso. En el
gráfico 2 se representan el beneficio y el salario, expresados en ambos casos en términos relativos.
De esta manera, se puede detectar la trayectoria de cada una de estas variables en
función del progreso experimentado en las condiciones de vida del conjunto de la población.
El salario relativo (SR) refleja el peso relativo de las rentas salariales sobre la
renta total de la economía, siendo RA la remuneración total de los a=salariados (2):
Gráfico 2
Distribución relativa del ingreso

Fuente: elaboración propia a partir de datos de INE y EPA.
De manera análoga se puede representar el beneficio relativo (BR) siendo EBE el excedente
bruto de explotación (3)20:
El gráfico 2 permite identificar dos claras tendencias de carácter opuesto en los indicadores
representados. Mientras que los beneficios y el resto de rentas derivadas de la propiedad
absorbieron una fracción creciente de la renta total en el periodo 2008-15, desde
el 36,2% hasta el 37,9%, el salario relativo quedó sometido a una intensa involución.
La participación de los salarios en la renta total descendió desde el 54,6% hasta
el 52,9% durante este mismo periodo, contrastando así con la trayectoria seguida por
los beneficios.
No obstante, la profundidad de la regresión salarial no puede ser comprendida sin
atender a la evolución de la estructura social: la tasa de asalarización, entendida
como el peso relativo que representan los asalariados en la población total, indica
que la importancia relativa de los asalariados fue creciente a lo largo de estos años.21 Concretamente, creció desde el 84,3% hasta el 86,3% del total durante esta misma
fase. Esto indica que no solo es que los asalariados se apropiaran de una porción
decreciente de la renta total, sino que, además, la tuvieron que repartir entre un
mayor número de efectivos.
El coeficiente salarial es un indicador que recoge el efecto conjunto de ambos fenómenos,
a través de la relación entre el salario relativo y la tasa de asalarización (Guerrero, 2006). Para que aparezca una situación de equidistribución entre clases sociales el indicador
debería tomar el valor de 1; cuanto más se acerque su valor a 0, la clase asalariada
se encontrará en peor posición. En el caso analizado, durante el periodo 2008-2015
el valor del coeficiente salarial cayó en un 6,5%, desde el 0,65 hasta el 0,61, reflejando
así el deterioro de la clase asalariada en el proceso de distribución del ingreso,
como resultado de la estrategia de incremento de la tasa de plusvalor para reactivar
la acumulación.
Conclusiones
Aunque se puede encontrar una clara línea de continuidad con el patrón mantenido durante
las últimas décadas, la profundidad de las reformas y la beligerancia utilizada en
su implementación sitúan a la reacción emprendida en España por el capital, para abordar
los problemas de la recesión actual, en un plano cualitativamente distinto. Las presiones
a las que queda sometida la ganancia se erigen como la causa última que subyace bajo
los problemas de acumulación, de ahí que se pretendan favorecer las condiciones de
rentabilidad. Las crisis en el capitalismo se reproducen en un plano cada vez más
elevado, ya que las contradicciones a las que se enfrenta la acumulación capitalista
mantienen un carácter creciente, de tal manera que la respuesta del capital es cada
vez más incisiva.
Con el objetivo de aliviar las crecientes tensiones sobre la rentabilidad el capital
ha desplegado una estrategia de desvalorización de la fuerza de trabajo a efectos
de conseguir una distribución favorable del ingreso total en detrimento de los intereses
de los asalariados. La contención del progreso de los salarios ha respondido a una
estrategia integral que ha activado resortes para constreñir el espacio de mejora
de los diferentes componentes del salario. La promoción del uso de formas precarias
de contratación y el profundo proceso de descentralización del marco de negociación
colectiva ha limitado el margen de mejora del componente directo del salario. El salario
diferido se ha restringido, fundamentalmente, a través de las contrarreformas aplicadas
sobre el sistema público de pensiones y el abaratamiento del despido. Por último,
los severos recortes en educación y enseñanza resultaron funcionales para someter
al componente salarial indirecto.
Todo ello acompañado de un escenario de infrautilización de los recursos productivos
disponibles, ya sea por desempleo o subempleo de la fuerza de trabajo, que refleja
las limitaciones de desarrollo de las fuerzas productivas en relación a las posibilidades
objetivamente abiertas.
No es posible entender todas estas transformaciones sin atender al protagonismo creciente
que ha adoptado la UE en el diseño de las políticas económicas de los Estados miembros.
La crisis ha puesto de manifiesto el verdadero significado del euro, utilizado como
un instrumento para subordinar el avance de los salarios a las necesidades del capital.
No es que haya adoptado una deriva extraña desde el estallido de la crisis, sino que
la integración monetaria fue diseñada para disciplinar los salarios en favor de la
ganancia, debilitando la lucha sindical y demoliendo buena parte de los logros alcanzados
por el movimiento obrero a lo largo del siglo XX.
Todo ello ha provocado una dinámica salarial regresiva, materializada en la caída
de la participación de los salarios en la renta y agudizada por el creciente peso
relativo de los asalariados en la población total, que aleja gradualmente a los trabajadores
del avance material de la economía española. La subyugación de los salarios obedece
a las necesidades del capital, como consecuencia de la caída tendencial de la tasa
de ganancia.
La desvalorización de la fuerza de trabajo que resulta de esta estrategia no es exclusiva
de la economía española, sino que impera en la economía mundial desde hace varias
décadas. Responde a una tendencia estructural vinculada a las tensiones a las que
se enfrenta la acumulación del capital, que desde hace más de un siglo se resuelve
a escala mundial.
Por lo tanto, el escenario de creciente polarización social desplegado responde a
la necesidad objetiva por parte del capital de explotar de manera creciente al trabajo:
mientras que la dinámica de acumulación quede subordinada a la rentabilidad, el antagonismo
entre capital y trabajo será creciente. Por ello, no cabe confiar en una salida a
la situación actual favorable a los intereses de la mayor parte de la población, la
clase trabajadora, en el marco vigente. La posibilidad de aprovechar las potencialidades
abiertas por el desarrollo técnico y los recursos disponibles únicamente resulta posible
mediante la superación de la tiranía de la ganancia.